En esta ocasión Carmen ha contado con la colaboración de 3 mujeres de la talla de Carmen Posadas, Marta Barroso y Teresa Berganza que han escrito unos relatos sobre mujeres y feminidad en los que se ha inspirado Carmen para crear unos vestidos muy especiales que también estarán expuestos. Los relatos son preciosos, comprobadlo vosotras mismas...
DE LA
MANO
Mi
idea de la feminidad no se parece a la de la mayoría de mis congéneres. Tal vez
se deba a que no fui una niña muy femenina. No jugaba a las muñecas sino a los
arqueólogos y a descubrir tumbas llenas de tesoros. Tampoco me gustaba saltar a
la comba, prefería imaginar que era equilibrista en un circo porque me habían
raptado unos cómicos ambulantes. Ni siquiera fantaseé jamás con casarme y tener
niños, lo mío era jugar a indios y vaqueros. (Por supuesto yo era indio, ni
siquiera india). Ahora que lo pienso, tampoco era yo tan rara. Las niñas de mi época preferíamos ser chicazos, porque era
mucho más divertido, como también era más interesante y lleno de posibilidades
ser hombre que ser mujer. Afortunadamente todo eso ha cambiado. Decía Lord Byron
que el amor es para el hombre una parte de su vida pero es para una mujer su
vida entera. Tal vez eso fuera cierto en el siglo XIX pero por fortuna no lo es
en el XXI. Palabras como feminidad, matrimonio y amor ya no son la únicas parcelas
que interesan a las mujeres por ser las que, según los cánones de antes, se les
permitía brillar. ¿Quiere eso decir que yo no le doy valor a la pareja, al
matrimonio? Al contrario. Creo que la unión de dos personas está entre las
cosas más bellas que nos regala la vida. También me encantan todos los ritos
con los que se celebra y sella dicha unión. Creo mucho en el valor de los
símbolos, las liturgias, las ceremonias. Pero lo que más me gusta de todo se puede sintetizar en una frase que vi un día escrita
como un grafiti en la tapia de una vieja iglesia casi en ruinas:
Amar
no es mirarse a los ojos sino mirar juntos en la misma dirección.
CASI SALVAJE
Hace veintiún
años que me casé. Puedo presumir de vivir un feliz “mártirmonio”, término que
me enseñó mi adorado esposo. “A pesar de los pesares”, si vuelvo la vista atrás
volvería a cometer exactamente el mismo acto de irresponsabilidad. Me volvería
a casar con él. El hombre de mi vida. Lo que son las cosas. Eso sí, si tuviera
la osadía de dejarme (¡que se le ocurra!) no volvería a vestirme de novia. Con
una vez basta. Ese ritual lo volveré a vivir, si Dios quiere, junto a mi hija.
Cuando llegue su hora. Sin ninguna prisa. Que el matrimonio es muy largo. Antes
tiene que vivir intensamente, empaparse de vida, disfrutar y aprender. En
libertad. Como es ella. Libre. Casi salvaje. Amante de la Naturaleza. Con
mayúsculas. Y no excesivamente femenina. ¿Como su madre? Sí, en tantas cosas me
recuerda a mí… Mejorada, por supuesto.
Sea como sea,
su sueño, el que comparto, es casarse al aire libre, sin cánones establecidos,
con un punto hippie, incluso, si es posible, descalza, sin “tacones”, como dicen
ellas, las adolescentes, ese invento que estiliza y desestabiliza a la vez a
todas las mujeres del mundo. ¿Qué tal en una isla bañada por el mar
Mediterráneo? Marcada por esa luz que, al llegar el atardecer, dibuja el cielo
con múltiples trazos de colores en los que se mezclan tantos tonos que no se
sabe si manda el rojo, el amarillo, o alguna de las infinitas variantes del
rosa. Mezclo la realidad con la ficción y me imagino algo parecido a la boda
que marca el guión de esa maravillosa película, “Mamma Mia”, que tantas,
tantísimas veces, he visto junto a mi hija. “Mamá, yo me quiero casar así”. Yo
también hubiera querido. Ahora me conformo con hacer el papel de madre y la
imagino con ese traje de vestir mío que tanto le gusta, largo, transparente
hasta donde está permitido, s encillo, sexy, vaporoso,
hippie. Muy hippie, como dice ella, que tantas veces se lo ha probado. Dejando
al desnudo sus hombros tan marcados.
Qué envidia.
Sí, que envidia. Tiene toda la vida por delante. Que sea feliz. Y que se case
con el hombre adecuado. Que el matrimonio, aunque maravilloso, es largo, muy
largo.
Marta Barroso
LIBERTAD Y AMOR
(Reflexiones del personaje Carmen de la ópera
“Carmen” de Bizet, en el momento de su muerte.)
Al final puedo
decir que he seducido, conquistado, querido, abandonado y perdido al hombre que
he encontrado en mi vida con toda naturalidad. Sin límites, sin cortapisas, sin
complejos. Escuchando y atendiendo a mis sentimientos. Desde la libertad. Sin atender
a las razones que los otros me han querido imponer, sino a las mías, que me
impulsaron a amar siempre, y a decidir libremente cómo y a quién amar en cada
momento.
Pero no ha sido fácil. He pasado para ello
por el desgarro y el dolor. He rasgado mi vestido, he deshilachado mi alma por
el camino y he terminado por caminar descalza por la vida abrumada por la
incomprensión, el juicio y la soledad. Todo por ser yo misma, Carmen. Libre
como me hicieron.
Ahora, me parece increíble, me veo con este
cuchillo que me atraviesa, vengativo, definitivo, quizá mortal. El precio de mi
libertad, el precio de amar. He puesto por delante el amar en libertad y sin
quererlo me he convertido en una heroína. Pero es que yo no he entendido nunca
otra forma de vivir. ¿Nadie va a ayudarme? ¿Ninguno de los que estáis ahí
mirando tendréis el valor de levantarme y devolverme la libertad de amar que
este cuchillo me roba? Me cuesta respirar. Quisiera sobrevivir a este momento
para unirme definitivamente a él amando libremente. Sólo así habrá valido la
pena. Volvería a hacerlo aunque me fuera en ello la vida. Porque me ha ido en
ello la vida…
Teresa Berganza
Estamos seguras que os encantarán todos los vestidos de novia, incluidos estos especialmente creados para la exposición. La edición del año pasado fue maravillosa ¡Y este año tampoco nos lo vamos a perder!
Las historias se pueden coser y los vestidos escribir...
Del miércoles 13 al sábado 16 de Noviembre
Anticuario Mercedes Urquijo
Calle Bárbara de Braganza, 4
Madrid
No hay comentarios:
Publicar un comentario